martes, 18 de junio de 2013

No hay ojos ya en el mundo que puedan verlo.

Qué sin color, qué sin olor, qué sin sabor, y qué frío en el estómago... qué picores en estos brazos que no quieren ser solo dos brazos, qué ásperas están mis manos de tocar paredes y sombras, cómo me pincha el pelo ya sin tu mano para redondear, para crear, para vivir allí en la población de tus yemas, qué amaneceres al borde de tus uñas.. qué vida en tus muñecas...¿Cómo habrían sido nuestros hijos? Nuestra casa, nuestra canción, nuestros pasos ya perdidos... qué ardor en esta espalda cansada de esperar, que adiós más amargo se tragan mis labios, qué mentiras más feas y más tiernas pisotean hoy mis pies. Y no es tarde, ni es temprano, simplemente no es, y no será ya. Qué tortura recordándonos, imaginando todo aquello que se nos cayó de los ojos. Y pasará, pasará como pasa todo, y quemará como ha de quemar todo lo que prende y lo que se consume, y dolerá como ha estado doliendo todos, todos estos días, todas estas noches.. cómo golpeará de fuerte en mi inocente cara que quiere comprender, golpeará hasta el ocaso, pero ya menos que hoy, con resignación, aceptación; ya está. Se puede decir que he jugado bien mis cartas y no lo he hecho nada mal, pero es el momento de partir, y salir de la bahía de tu piel. Dejar todos los tesoros que no descubriré en tu pelo, en tus ojos que aún me miran esta noche tan fría, y partiré de nuevo y sola, deseando encontrar algo más, no naufragar y continuar, y continuar... taparme los oídos cuando canten las sirenas, y continuar. Un placer haber soñado contigo de todos los colores, un placer haberte odiado tanto, un placer todo el lamento, las horas muertas de manicomio, un placer haber estado espiando en la orilla por ti, conocer nuevas enemigas, y hablarme tanto a mí misma, escribir para la nada de mis dedos, un placer haber estado ahí para ti sin ti y a veces juntos colgados desde la punta de alguna estrella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario