jueves, 16 de junio de 2016

La chica de África (fragmento)


Carter es un descarado, he estado esperando su llamada durante toda la noche.
Carter es un mentiroso, un caradura. 
Carter es un auténtico farsante.
Desperté en la arena, tenía el cuerpo pegajoso, un sabor amargo en la boca y un fuerte dolor de cabeza. Todas las botellas de vino están vacías en mi habitación pero ahora mismo me encuentro en África. No sé cómo he llegado hasta aquí pero supongo que en la vida no importa el cómo sino el qué, y aquí estoy. Después de estudiar una carrera, trabajar en mil baruchos, mi vida, que no ningún tipo de sentido o ambición, se encontraba ahora mismo flotando en el ardiente y crujiente aire de la selva. ¡Un momento! Estoy acostada en una hoja de palmera gigante, flotando en una especie de río ¿dónde está toda mi arena? Entonces, de pronto, un millón de hormigas empezaron a corretear al ritmo de Mozart en mi cerebro hasta que salieron por los aires cayendo todas al agua. Las malditas hormigas de Las bodas de Fígaro estaban ahogándose en la gran resaca post-ritual. Intenté coger una del agua desesperada para llevarme algo de desayuno a la boca, pero en cuanto tenía un puñado de ellas entre las manos se fundían en infinitud de piedras preciosas: amatista en forma de cristal de metanfetamina cubrían toda la maldita hoja de palmera, malaquita y obsidiana gris contaminaban mis sucias manos hasta llenarlo todo de pájaros ambiciosos, buitres que solo querían llevarse el haz de gemas que brillaban y brillaban dejándome sin visibilidad y sin desayuno.
Todo se esfumó tras una caracola. Yo estaba allí, tú estabas allí, en ese fondo, dormitando, estabas como estuviste siempre... encendido pero sin respuesta, sin luz y sin sombra, tan cerca de mí y tan distante, controlando todo desde las profundidades.
La grieta de las agua dejó entrever un reflejo de tus gafas, el cordón de tus zapatos, ¿quién se acuesta ahí abajo con camisa y con gafas? Encima de un montón de papeles bajo un río de África, no podía ser de otra forma, siempre tenias que ir de especial, de único, de original.
Me dejé deslizar, me dejé hundir y por mucho que bajé no llegué a tocar tu suelo, eso siempre resultaba una tarea difícil de alcanzar... así que me seguí hundiendo por mucho más, por mucho más tiempo. Los malditos peces avariciosos me seguían, me rodeaban y yo ya no deseaba otra cosa que salir de esa niebla infernal.
Una centenar de tockus adictos vinieron a por su meta amarista. Los dedos de un maldito fanfarrón escritor no paraban de repicar en cada pedazo de verde del paisaje. Tic tic tic... ¡para de escribir, maldito engreído! No eres más especial que los demás, no te mereces ni medio aplauso más, no más alabanzas, ayúdame con este asunto, aprende algo de humildad. Ni siquiera te aclaras contigo mismo, que si arena, que si palmera, luego piedras preciosas, pájaros... yo solo quiero vivir, desayunar, trascender de un paisaje, de unas teclas, de unas palabras.
Ojalá hubiese elegido mejor qué quería ser de mayor, bueno, igualmente nadie me habría salvado de este sueño. El sueño terrible de un escritor que no tiene mañana.

Despierto.
               Suena el teléfono.

                                          Carter ya tiene su historia.