Carter es un descarado, he estado esperando su llamada durante toda la noche.
Carter es un mentiroso, un caradura.
Carter es un auténtico farsante.
Desperté en la arena, tenía el cuerpo pegajoso, un sabor amargo en la
boca y un fuerte dolor de cabeza. Todas las botellas de vino están vacías en mi
habitación pero ahora mismo me encuentro en África. No sé cómo he llegado hasta
aquí pero supongo que en la vida no importa el cómo sino el qué, y aquí estoy.
Después de estudiar una carrera, trabajar en mil baruchos, mi vida, que no
ningún tipo de sentido o ambición, se encontraba ahora mismo flotando en el
ardiente y crujiente aire de la selva. ¡Un momento! Estoy acostada en una hoja
de palmera gigante, flotando en una especie de río ¿dónde está toda mi arena?
Entonces, de pronto, un millón de hormigas empezaron a corretear al ritmo de
Mozart en mi cerebro hasta que salieron por los aires cayendo todas al agua.
Las malditas hormigas de Las bodas de Fígaro estaban ahogándose en la gran
resaca post-ritual. Intenté coger una del agua desesperada para llevarme algo
de desayuno a la boca, pero en cuanto tenía un puñado de ellas entre las manos
se fundían en infinitud de piedras preciosas: amatista en forma de cristal de
metanfetamina cubrían toda la maldita hoja de palmera, malaquita y obsidiana
gris contaminaban mis sucias manos hasta llenarlo todo de pájaros ambiciosos,
buitres que solo querían llevarse el haz de gemas que brillaban y brillaban
dejándome sin visibilidad y sin desayuno.
Todo se esfumó tras una caracola. Yo estaba allí, tú estabas allí, en
ese fondo, dormitando, estabas como estuviste siempre... encendido pero sin
respuesta, sin luz y sin sombra, tan cerca de mí y tan distante, controlando
todo desde las profundidades.
La grieta de las agua dejó entrever un reflejo de tus gafas, el cordón
de tus zapatos, ¿quién se acuesta ahí abajo con camisa y con gafas? Encima de
un montón de papeles bajo un río de África, no podía ser de otra forma, siempre
tenias que ir de especial, de único, de original.
Me dejé deslizar, me dejé hundir y por mucho que bajé no llegué a tocar
tu suelo, eso siempre resultaba una tarea difícil de alcanzar... así que me
seguí hundiendo por mucho más, por mucho más tiempo. Los malditos peces
avariciosos me seguían, me rodeaban y yo ya no deseaba otra cosa que salir de
esa niebla infernal.
Una centenar de tockus adictos vinieron a por su meta amarista. Los
dedos de un maldito fanfarrón escritor no paraban de repicar en cada pedazo de
verde del paisaje. Tic tic tic... ¡para de escribir, maldito engreído! No eres
más especial que los demás, no te mereces ni medio aplauso más, no más
alabanzas, ayúdame con este asunto, aprende algo de humildad. Ni siquiera te
aclaras contigo mismo, que si arena, que si palmera, luego piedras preciosas,
pájaros... yo solo quiero vivir, desayunar, trascender de un paisaje, de unas teclas,
de unas palabras.
Ojalá hubiese elegido mejor qué quería ser de mayor, bueno, igualmente
nadie me habría salvado de este sueño. El sueño terrible de un escritor que no
tiene mañana.
Despierto.
Suena el teléfono.
Carter ya tiene su
historia.