domingo, 28 de julio de 2013

Carreteres que no van enlloc.

(...) y miraba a través de las ondeantes ventanas las señales de tráfico fatigadas, cansadas de tanto mandar, las montañas, las escurridizas nubes, casas rodeadas de trigo dorado temblando a gran velocidad, acaloradas. Y pensé: Sí. Lo he conseguido, y aquí está delante de mis ojos. Tan real y fugaz... Tú ahí delante sentado, veloz como un relámpago pero con el cinturón atado al asiento, y en una paradoja entregándote inmóvil al día. Ese día que yo habría soñado tantas veces desde las carreteras que ideaba aquí en mi cuarto, nacían en las entrañas de algunas hojas y se iban precipitando por la ventana hasta llegar allí, debajo de tus pies. Líneas discontinuas que se fusionaban en una sola a tantos kilómetros, y detrás apoyada sobre tu respaldo, yo; pestañeando con fuerza para intentar despertar disimuladamente de aquel sueño de gasolina, calor, sonrisas que se saludaban desde el espejo retrovisor.

miércoles, 17 de julio de 2013

Verano del 78.

Y por sorpresa, y por ritual, vino la enfermedad. El no dormir por las noches, el escribir a todas horas, el hablarme tanto a mí misma, insultarme y consolarme, llamarte e ignorarte. Vinieron las inseguridades, el autoengañarme, rasgar fotos y fotografiar recuerdos, echar al fuego las horas, pintarte en mil canciones, recordar y odiarte, odiarte y recordar. Vinieron las fiebres, las alucinaciones, las ganas de no moverse y de escapar de un mundo tan amargo. Llegó la soledad espinosa, y la gente que hablaba sin parar, los ojos vacíos, las miradas perdidas, las palabras desgastadas, vinieron los días eternos, las noches estrelladas, las lunas ahogadas en el mar, los libros y sus hojas amarillas. Lluvia, lluvia de verano. Gotas de fiebre, y náuseas de tinta. Y de verte tanto, de recrearte y dibujarte, desapareciste. Se acabaron los partidos de fútbol, las pantallas gigantes, las películas siniestras, la muchedumbre con patatas, las manos saladas, las alarmas reveladoras. Desapareciste en la nada. Y pasaste de ser mi universo a no poder hablarte, a oír tu voz, tu risa, a ver tu cara, a oler tu casa. Desapareciste y ya no te he vuelto a encontrar. Te borré con tanta fuerza que te escapaste hasta de ti mismo, y ni tú te encuentras.

sábado, 13 de julio de 2013

Piano, cine, cuadros, arte, tus ojos.

Y ahora parece que estás ahí para mí, a pesar de los pesares, sin querer saber nada más, dejándote llevar y detrás de la gente, de tu cuarto, tu cocina, tu ducha, tu perchero, tu armario, las sillas, nuestras horas allí varadas. Mis minutos sudorosos te buscan, al no encontrarte, te piensan. Y te volvemos a ver allí tumbado, con los ojos cerrados y tus dientes asomando como despertando del gran sueño que es tu silencio. Tu cara me mira, tus manos chiquitas comprueban, se duermen entre mis uñas y después desaparecen. De pronto me sumerjo en mi mundo, tu silueta en lo profundo bucea, y por instantes navego en la nada, pero con la tranquilidad de notar, de sentir un soplo fino, unas violetas susurrando, las alitas de una abeja, la lengua negra de la serpiente más salvaje, shh...shhhhh.... es tu respiración a mi izquierda. Me reanima, me consuela por un segundo diciéndome entre pétalos azules que tú estás, y estás aquí, a punto de inyectarme algún veneno, de picarme sucio polen, de resucitarme ya por fin de este insomnio que era hablarle a la luna hasta que se cansara de estar allí, tan arriba y amarilla, en suspensión.